Sin duda alguna, durante el último año, hemos vivido uno de los episodios más duros y más complejos, pero también más retadores, de nuestra historia más reciente. Pocos podríamos pensar cómo un virus, convertido en una pandemia global, podría cambiar tanto nuestros hábitos de vida. Es más, no sólo debemos considerar los cambios que se han producido en el último año, sino pensar cuántos de estos cambios han venido para quedarse y cómo condicionarán nuestra nueva “normalidad”.
Uno de los pilares de este gran cambio ha sido la incorporación acelerada de las tecnologías digitales a nuestros hábitos normales, tanto sociales, como laborales, educativos, sanitarios … un cambio integral de nuestra forma de vida. Podríamos decir que hemos adoptado una digitalización brusca y consciente de nuestro estilo de vida. Con diferencias más o menos evidentes de los niveles de digitalización por motivos generacionales, o por cuestiones de tipo profesional en función del sector de actividad, muchos de nosotros ya veníamos adoptando estos nuevos hábitos, pero sin duda, el impacto de la pandemia ha supuesto una reducción de estas diferencias entre generaciones y ciudadanos.
Ya somos plenamente conscientes de un proceso global de digitalización de toda nuestra sociedad, independientemente de la edad, la profesión, el nivel social o la ubicación geográfica. Es un proceso natural, un nuevo escenario, algo normal, y así tenemos que asumirlo en todos los sentidos.
Podríamos traer a colación algunas afirmaciones de Charles Robert Darwin (1809 – 1882) en su ‘Teoría de la Evolución’, recogida en su libro El Origen de las Especies, publicado en 1859. Citas como “La inteligencia está basada en lo eficientes que las especies se vuelven al hacer las cosas que necesitan para sobrevivir”, o, “Nos detuvimos en la busca de monstruos debajo de la cama cuando nos dimos cuenta de que estaban dentro de nosotros”, o, quizá, las más acertada, “No es la más fuerte de las especies la que sobrevive, tampoco es la más inteligente la que sobrevive. Es aquella que se adapta mejor al cambio.”, caracterizan muy bien todo lo que ha pasado y cómo lo hemos asumido.
Así es, la digitalización de nuestra sociedad, de la relación entre sus ciudadanos, de éstos con empresas, entidades y cualquier grupo de interés, y, entre ellos, sin duda, la Administración Pública, no es más que un proceso de evolución natural. Y sobre esta premisa, deberemos considerar nuestra próximas decisiones y proyectos.
Como ciudadanos, como profesionales, como padres, como familiares, etc., hemos tenido que asumir habilidades y formas de relación digitales. Desde el teletrabajo a la educación online, desde la compra básica por internet a la celebración de las fiestas familiares por videoconferencia. Se trata de actividades y prácticas que ya existían, sí, pero nadie podía pensar que se convertirían en parte de nuestro día a día. Y quizá, lo más importante, es que la gran mayoría de nosotros piensa, y asume, que todas estas nuevas formas de relación y trabajo han venido para quedarse.
Este nuevo escenario plantea un gran reto a la Administración Pública, a todos los niveles, tanto competenciales como geográficos. El ciudadano asume y exige una relación digital que no sea la excepción a la presencial, sino todo lo contrario, que la relación presencial sea la excepción a la digital. Esto exige a nuestros gestores públicos un doble esfuerzo: por un lado, una rápida adaptación de los procesos y servicios para que la actividad no se vea afectada, y, por otro, una transformación integral de toda la administración, para hacerla más digital, más sostenible, más transparente, más colaborativa… más resiliente. Así, en la mayoría de los casos, se está realizando un serio diagnóstico de los principales aspectos de mejora, para, posteriormente, asegurar un nivel homogéneo de madurez digital de todas las administraciones, y, además, una equiparación en calidad de servicio respecto a las empresas que prestan y proporcionan servicios y productos a sus clientes, a los ciudadanos.
Esta conciencia y necesidad se está plasmando en una gran cantidad de programas, iniciativas, fondos de financiación nacionales y europeos que vienen a apuntalar esta necesidad de cambio, pero, a diferencia de las iniciativas y programas de los últimos años, éstos son parte de nuestras conversaciones y expectativas de futuro de todos los que vivimos y trabajamos en nuestra sociedad. Ya no se trata de medidas y proyectos de innovación, son medidas y proyectos de necesaria transformación. Ya no se trata de líneas de programas electorales que luego quedaban en un escalón secundario de su ejecución, ahora se trata de retos globales, integrales y compartidos que, independientemente de colores políticos y rigideces presupuestarias, pasan a ser retos prioritarios.
Ahora sí, creemos desde Ibermática que no aparecerán obstáculos competenciales, no aparecen barreras debidas a límites temporales de legislatura. Ahora sí toca que todos rememos en la misma dirección, tanto el sector público como el privado.
Uno de las claves del éxito va a ser la gobernanza de todo este proceso natural, así como la puesta a disposición de nuestros mejores recursos, públicos y privados, que aseguren la mejor integración de las nuevas tecnologías digitales como la Ciberseguridad, el Big Data, el Cloud, las aplicaciones móviles, el Blockchain, IoT, Machine Learning, Inteligencia Artificial… y su integración en los grandes procesos de gestión pública como el empleo, la justicia, la sanidad, la educación, la vivienda, etc.
Y como proceso ya interiorizado en nuestros gestores públicos, citemos algo que a priori parece obvio, pero que también será necesario. La nueva legislación, así como la adaptación de la ya existente, debe considerar, en su desarrollo, que los procesos, servicios y procedimientos administrativos deberán tener en cuenta una base digital, es decir, que los mismos deberán ser diseñados y desarrollados teniendo en cuenta su gestión digital, para su exitosa implantación y aceptación por parte de los ciudadanos.
Tenemos el gran reto y la gran oportunidad de una verdadera transformación, que permita, como ya se asume desde la Unión Europea, una sociedad más inclusiva, más verde, más justa… y más digital. Creemos que, sin este último adjetivo, será prácticamente imposible conseguir todos los anteriores.