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Ramón Rodríguez, Profesor IES Las Encinas: Innovación por sorpresa

Ramón Rodríguez, Profesor IES Las Encinas.


Recuerdo haber entrado el 10 de marzo a las 8,30 de la mañana en mi aula de 1º de ESO B pensando en cómo transmitir a mi alumnado una información que aún no había llegado a los centros. Recuerdo sus caras de preocupación, la misma que yo trataba de esconder para ofrecerles esa sensación de seguridad que nuestros estudiantes necesitan ver en sus profesores. Recuerdo los días siguientes, cuando todo el sector educativo tuvo que afrontar a solas la transformación digital completa de todo nuestro modelo de enseñanza y aprendizaje mientras desde el Ministerio y las Consejerías únicamente nos decían que «se fomentará la educación online».

Detrás de ese anglicismo (¿por qué no usar «en línea»?) se escondió y sigue escondiendo una revolución educativa que, por necesidad, ha sido casi exclusivamente horizontal. Los equipos docentes y directivos de los centros nos hemos visto en la obligación de afrontar un cambio para el que nadie estaba preparado y, no obstante, hemos conseguido llevarlo a cabo con un resultado sorprendentemente exitoso. No es la primera vez: ya es costumbre en nuestra profesión hacer fuerza de flaqueza y encontrar una solución a cualquiera de los problemas que se nos ponen por delante. Al fin y al cabo, si con un lápiz y un papel se puede cambiar el mundo, no iba a ser tan difícil cambiar esas herramientas por otras. ¿O sí?

«¿Tú cómo lo estás haciendo?». Ese fue el mantra constante en los grupos de WhatsApp, las charlas telefónicas y los cientos de correos que todos los educadores del país cruzamos durante aquellos días. Hablar con compañeros que se trasladaron a otros institutos para saber qué andaban haciendo allí, recuperar el contacto con una amiga de la facultad que anda ahora en un privado donde tienen dinero suficiente para permitirse la ayuda de un informático que lo ponga todo a punto, y tratar de averiguar qué es lo que ha hecho y cómo; compartir el mail que le has mandado a tus tutorandos con el equipo directivo y la orientadora, por si ese mismo texto puede servirle a otro compañero para explicarle al alumnado a su cargo desde cómo funciona la pestaña de tareas del Classroom hasta en qué consiste un estado de alarma. Los recursos educativos comunes, algunos ofrecidos por el Ministerio, otros ubicados en EducaMadrid o en las correspondientes plataformas autonómicas, tardaron tiempo en llegar y nuestros jóvenes necesitaban seguir aprendiendo el mismo 11 de marzo, no dos o tres semanas después. Ha sido la horizontalidad, el saber compartir recursos entre compañeros y compañeras, la clave absoluta de este proceso de adaptación a la educación digital. Nos hemos enseñado a grabar vídeos que luego subir a YouTube para que a través del Classroom nuestro alumnado pudiera encontrar nuestras explicaciones del modo más similar posible a como las hacemos de forma presencial. Nos hemos enseñado qué herramienta es más útil para hacer una videoconferencia con todo un grupo y poder responder sus dudas y sus preguntas. Cómo hacer cuestionarios tipo test en línea. Cómo conseguir que nadie copie en un examen por videocámara. Cómo adaptar nuestros criterios de evaluación a las circunstancias e idear nuevas y originales formas de alcanzar los mismos aprendizajes, y valorarlos, en un contexto para el que nunca nos prepararon.

Pero aún nos queda mucho por conseguir. No nos basta con haber entregado cientos de ordenadores, tabletas y tarjetas de datos a nuestros estudiantes para tratar de que absolutamente nadie se quedara atrás. No nos basta con el correo, la llamada telefónica o la videotutoría con un alumno y su madre ayudándoles a organizar un horario de trabajo que asegure que podrá entregar todas sus tareas dentro del plazo estipulado. Los centros, los equipos directivos, los y las docentes y, sobre todo, nuestro alumnado, hemos conseguido transformar el sistema educativo presencial de la noche a la mañana, pero somos conscientes de todas las mejoras que habrá que implementar si realmente queremos garantizar que el sistema educativo sigue manteniendo su calidad en su paso de las aulas presenciales a las aulas digitales. Si vuelve a ser necesaria esta transformación radical de nuestro modelo educativo será necesario tener previstas algunas medidas que ayuden a uniformizar el proceso de educación y aprendizaje. No puede depender todo de la buena voluntad y ayuda mutua entre los equipos directivos y docentes. Es urgente que los responsables políticos de nuestro sistema educativo organicen de forma previsoria una adaptación uniforme a una previsible vuelta a la digitalización, que nos forme adecuadamente y que saquen adelante una nueva legislación que no solo incorpore esas previsiones, sino que incluya los aprendizajes que hemos conseguido durante este periodo. Porque descubrimos desde el confinamiento que con más herramientas digitales la educación presencial podría transformarse completamente para ser mejor, más eficiente y productiva. Pero también descubrimos que, por muchos Classroom, videollamadas y correos que podamos utilizar, nada sustituye esa extraño y maravilloso vínculo que únicamente se produce en las aulas, cara a cara entre un profesor y un grupo de alumnos y alumnas.